Restos de embarcación en río Guadalete (El Puerto de Santa María, Cádiz), foto Kitflus, 2006
PIEDRA FLUVIAL
(Camino del Puerto a Rota, por las
lindes de la Base )
Toman el sol con los caparazones
cubiertos de verdín
los plácidos quelonios de la base.
El pulpo vegetal, la yuca, en la cuneta
nos saluda –quién sabe si a nosotros
o a las gaviotas− levantando airoso
sus tentáculos verdes.
Y el nopal y el naranjo y la pita
y el pino y la chumbera
festonan los caminos desde el Puerto hacia Rota.
Mi tierra, Asta Regia turdetana,
alzada entre marismas,
tierra de polvo oscuro y albarizas,
polvo de ánforas púnicas y columnas tartesias,
con tres mil años de esqueleto.
A un lado, adoradores del lucero del alba
−el “lucifere farum”−, y Chipiona
que pastorea el río más hermoso,
“Guadalquivir florido”
hasta el abrevadero del océano.
Y aquel Xerez Xaduña de los cuatro portales
hacia Arcos y Medina Sidonia e Ixbiliha,
“la de los olivares e figueras”,
y el puerto de Alcanate-Menesteo,
y el río Wadi Lakka,
el río Guadalete,
el río del olvido de la guerra.
Y la historia de tumbas y arenas gaditanas,
toda una tierra fértil de paciencia,
arrodillada siempre con bandejas solícitas
de espumas y palomas
y, hoy por hoy, como siempre arrodillada
junto a grandes tortugas que sestean al sol.
−(Tú, mar, queda en tu sitio…)−
¡Oh, Wadi Lakka mío, mi río del olvido,
mi río paraíso, desbórdate y anega!
¡Desbórdate e inunda! ¡Desbórdanos y ciéganos
de olvido nuestros ojos y pon de azul el miedo!
Corre, deja tus márgenes,
apáganos la sed de tantos siglos
ya que nada ni nadie te lo impide.
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Pilar Paz Pasamar, “Piedra fluvial”, Textos lapidarios, Cádiz, Fundación Municipal de Cultura /Cátedra Adolfo de Castro, 1990, pág. 59-62.
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