martes, 5 de agosto de 2014

UN POEMA, 
                       UN POETA: 
                                             “PODERES “MÁGICOS”
                                                                                          DE BLANCA VARELA


Juan Felipe Arroyave
                 Universidad de Seattle (Washington, USA)

A cinco años de la muerte de Blanca Varela apetece rendir un pequeño homenaje a esta gran poeta limeña (1926-2009). Lo haremos tomando como excusa su poema “Poderes mágicos[1].




No importa la hora ni el día
se cierran los ojos
se dan tres golpes con el
pie en el suelo,
se abren los ojos
y todo sigue exactamente igual





Blanca Varela pertenece a una generación excepcional de escritores peruanos formados en la renombrada Universidad de San Marcos, en donde conoció, entre otros, a Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren y José María Arguedas. También en San marcos estudiaba su futuro esposo, el pintor Fernando de Szyszlo. Juntos viajaron a París en 1949 y se involucraron de inmediato en la movida literaria y artística latinoamericana en Europa, muy cercana a los círculos surrealistas e intelectuales de la capital francesa. Gracias a las tertulias que reunían a la diáspora de escritores latinoamericanos llegó a conocer, por ejemplo, a André Breton, Fernand Léger y Alberto Giacometti. De su estancia en Europa le quedó una amistad profunda con Julio Cortázar y Octavio Paz.
Paz impulsará la publicación de su primer libro de poemas, Ese puerto existe, de 1959. En esta obra temprana se nota una influencia notable de Pablo Neruda, tanto a través de la lectura como por la fascinación que ejercía el poeta chileno sobre Octavio Paz. De ahí, quizás, que se quiera trazar una línea entre su obra y el surrealismo.
La extensión de esa línea, sin embargo es bien difícil de mesurar. En París, Varela se expone simultáneamente al surrealismo más puro y al existencialismo sartreano: las imágenes poéticas y, ante todo, las nociones de conciencia y sus estados guardan alguna filiación surrealista, pero la voz poética se nos presenta siempre asentada con toda propiedad en una esfera muy racional, muy lúcida, muy real.
En la obra posterior, dentro de la que podríamos enmarcar la antología Canto villano y, por ende, a “Poderes mágicos”, Varela implanta en su poética un acento latinoamericano muy definido. El lenguaje invoca ahora elementos de la flora y la fauna sudamericana, toponímicos del territorio peruano, usos del habla popular. La biografía misma de la poeta, que se convierte en madre y esposa, empieza a jugar un papel importante dentro del contenido lírico.
Los temas primordiales, sin embargo, siguen siendo afines a su poesía previa: el desarraigo, la soledad, el olvido. Un elemento clave dentro de la obra de Varela es un pesimismo severo que, entre otras cosas, despoja al lenguaje de cualquier capacidad práctica para afectar positivamente la realidad; es probable que “Poderes mágicos” sea el poema más representativo de esta línea temática.

El poema
“Poderes mágicos” está escrito en verso libre de tipo paralelístico. El primer verso y último verso son de arte mayor (de 9 y 11 sílabas, o, forzando diéresis en el primero, ambos de once); el segundo y el quinto tienen 6; el tercero y el cuarto, que constituyen el centro preciso del poema, tienen 8 y 4 respectivamente. Esta disposición métrica tiene alguna consonancia con la silva libre mixta.
La simetría del poema se afinca en la construcción impersonal de los verbos en los versos 2 y 5, referidos al mismo objeto: los ojos. La estructura nos presenta las acciones encadenadas, consecuentes, que narran un instante breve desde su concepción en el tiempo (no importa la hora ni el día) hasta su conclusión (y todo sigue exactamente igual). Las instrucciones y su efecto posterior se nos presentan en los confines de una fórmula mágica dentro de la cual el catalizador no es verbal sino kinésico: las tres patadas en el piso. La acción triple es un instrumento místico tradicional en el folclore mundial, y también en la tradición cristiana (padre, hijo y espíritu santo, el gloria patri tres veces repetido en la homilía, la negación triple de San Pedro, etc.). Las patadas parecen aludir a la escena famosa del Mago de Oz en donde Dorothy, calzada con los zapatos de plata de la malvada bruja del este, choca los tacones entre sí tres veces para regresar finalmente a Kansas. Como Dorothy, la voz poética ansía el regreso o cuando menos el escape; al termino del conjuro, para su consternación, continúa estacionada firmemente en la realidad.
El escritor Edgar O’Hara se pregunta, respecto a “Poderes mágicos”: “¿Cuál puede ser el sentido de lo mágico en una poética cuyo signo es el pesimismo en todos su órdenes?”[2]. La clave estaría, como propone Pilar Gómez Bedate, en la idea de un “distanciamiento irónico”[3] al que la voz poética apela cuando se hace evidente que la invocación no tendrá éxito; este recurso, sin embargo, genera una ruptura entre el interior y el exterior del poema. No hay magia en la intimidad del poema, pero el poema tiene magia —no magia utilitaria, como señala Gómez Bedate[4], sino la de evocar y controlar un sentimiento, una impresión existencial, en el lector. Al interior del poema se espera un milagro y, en simultáneo, obra sobre el lector el poder mágico del lenguaje.
Hay otras instancias dentro de la obra de Varela donde se explora lo mágico, en consonancia a lo expresado en “Poderes mágicos”. En El libro de Barro reaparece el gesto por triplicado (“golpeaste tres veces la campana vacía y nadie respondió. (…) Que mane el agua mínima, que Dios exista”[5]); en el poema “Crónica”, publicado originalmente en Ejercicios materiales, se relaciona el ritual con el ejercicio de la escritura, contextualizado dentro del mundo mágico de Las mil y una noches (“uno, dos, tres golpes en la piedra basta y sobran. (…) ábrete sésamo. papiro. página tras página ábrete”[6]). En otros poemas se sitúa junto al hechizo la conclusión desoladora: la puerta que no se abre en “Auvers-sur-Oise” (“Sigue golpeando. Insiste. Al otro lado se oye música”[7]) o la desesperación, al filo de la locura, de quien recurre a la magia en “Camino a Babel” (“si golpeas infinitas veces tu cabeza/ contra lo imposible/ eres el imposible”[8]). La dicotomía entre lo mágico y lo real en estos poemas es especialmente curiosa si se analiza a la luz de lo meta-poético; de un proceso creativo que, para lograr un efecto real en el lector, precisa de un milagro.
Dice el crítico peruano José Manuel Oviedo:
¿Es posible redimir la vida, salvarla con palabras de su miseria esencial? (…) Blanca Varela se instala de un modo más intenso en el oscuro trasfondo de la vida para contestar esa interrogante, y contempla su propia intimidad con una voluntad de desnudamiento moral que, de modo inquietante, llega hasta las últimas consecuencias[9].


"Me sobrevivirán" - Blanca Varela


Creo que en esta observación está contenida, de manera sucinta, la clave para entender “Poderes mágicos”. Blanca Varela hace uso de la totalidad de sus poderes poéticos para evocar en nosotros un grado de desconsuelo que ella misma debió experimentar, y que nos llega a nosotros de manera patente. Es un logro capital, al que consiguen acceder apenas un puñado de poetas: convencer al lector de que lo que le ha sido revelado en los versos está pintado, efectivamente, con todos los colores de la realidad.












[1] Blanca Varela, Canto villano, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 71.
[2] Edgar O’Hara, Tiene más de avispero la casa. Poéticas de Blanca Varela, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2007, p 143.
[3] Pilar Gómez Bedate, “El pensamiento mágico en la poesía española de mediados del siglo XX”, Campo de Agramante (Fundación Caballero Bonald, Jerez de la Frontera, Cádiz), Nº 15, 2011, p 37.
[4]Ibíd, p 38.
[5]  Blanca Varela, El libro de barro, Madrid, El Tapir, 1993. p. 25.
[6]  Blanca Varela, Ejercicios materiales, Lima, Jaime Campodónico, 1993, pp 45-46.
[7]  Blanca Varela, Valses y otras confesiones, Lima, Instituto nacional, 1972, p.50.
[8]  Blanca Varela, Canto villano, ed. cit. p. 88.
[9] Apud E. O’Hara, op. cit., p. 42